Tercer relato finalista
Un día, Adrián iba caminando por la calle junto a su madre
cuando empezó a escuchar a alguien llorar. Miró dentro de un cubo y vio que
había un botella llorando.
- Hola, botella, ¿como te llamas? Y, ¿por qué lloras?
- Hola. Me llamo Botellín y lloro porque me han dejado aquí
tirado en el suelo y ahora no me podré reciclar.
- Bueno, no llores, Botellín, -dijeron Adrián y su madre-
nosotros te ayudaremos a llegar donde tengas que ir para que puedas reciclarte.
- ¿Sí? -dijo Botellín muy alegre- No me lo puedo creer. ¡Qué
bien! Menos mal que alguien me ayuda. Pues veréis, me tenéis que llevar a un
contenedor que es mi casa.
- Y, ¿cómo es ese contenedor Botellín?
- Pues es verde y redondo y allí me recogerán para poder
reciclarme y poder convertirme en un bonito jarrón o un fantástico vaso.
- Bueno, pues nada, se acabaron las lamentaciones -dijo la
mamá de Adrián- métete aquí en mi bolso que te acercamos.
Botellín, de un brinco, saltó al interior del bolso de la
mama de Adrián y contentos pasearon por la ciudad en busca del contenedor.
Cuando iban a cruzar una carretera volvieron a escuchar un lamento. Adrián
tropezó con un cuaderno roto y manchado.
- ¿Por qué lloras, cuaderno?
- Hola, me llamo Libritina y lloro porque estoy aquí tirada
en el suelo y no voy a poder reciclarme jamás.
- No llores, mujer. Mi mamá y yo estamos buscando un
contenedor de reciclaje para nuestro amigo Botellín. Si nos dices cuál es tu
contenedor te podemos llevar a ti también.
- ¡Estupendo! ¿Haríais eso por mi?
- Claro, hay que reciclar mujer.
- Pues bien, mira mi casa es azul. Allí es donde podrán
recogerme para reciclarme y poder convertirme en un bonito libro o un
periódico.
- Vale, pues no te preocupes. -dijo la mamá de Adrián- Ven
con nosotros que te ayudaremos a llegar a tu casa.
Entonces Libretina saltó y se metió en el interior del bolso
de la mamá de Adrián para llegar a los contenedores de reciclaje. Siguieron
andando por la calle bien contentos de poder ayudar a sus nuevos amigos cuando
Adrián volvió a tropezar con una bolsa de plástico rota.
- ¡Cachis! Casi me caigo.
- ¡Perdona , perdona! – gritó la bolsa- Sé que este no es mi
sitio, pero me han tirado aquí y ahora, además de poder provocar un accidente,
no voy a poder reciclarme, con lo que me gustaría poder convertirme en un
bonito banco de jardín o una valla del parque.
- Y, ¿cuál es tu nombre? – preguntó Adrián.
- Mi nombre es Plasticor.
- Bueno, Plasticor, mira, llevamos a unos amigos a reciclar.
Si te quieres venir con nosotros y nos indicas cómo es tu casa, podríamos
llevarte a ti también.
- ¡Oh! Eso sería estupendo. Veréis, mi casa es amarilla y sé
que no muy lejos de aquí. Yo os podré guiar.
Adrián se agachó a recoger a Plasticor del suelo cuando unos
niños sucios que pasaban por allí empezaron a reírse de él.
- Mira ese niño, Antoñito. Le podemos llamar "el
basurillas" porque va recogiendo toda la basura del suelo.
- ¡Sí! Es un basurero, ¿verdad, Pepito?
Los dos, Antoñito y Pepito se rieron de Adrián y su madre,
que estaba disgustada de ver la actitud de los niños, se acerco a ellos.
- ¡Oye! No es un basurilla. Adrián está haciendo un trabajo
muy importante para el planeta que es reciclar.
- ¿Reciclar? ¡Vaya tontería! Da igual que la basura esté
tirada en el suelo.
- De eso nada. -Les dijo Adrián- Si todos contaminamos las
calles como vosotros y nadie lleva la basura a sus contenedores, el mundo se
volverá un sitio sucio, feo y que huele mal, se convertirá en un basurero
enorme. ¿Tú quieres vivir en un basurero?
- Pues, no, ¡claro que no!
- Pues si no quieres que el mundo se vuelva un sitio
apestoso y sucio, vas a tener que reciclar, llevar cada cosa a su lugar.
- Tienes razón. A mí no me gustaría que todo estuviese
manchado y maloliente.
- Pues ayúdanos a reciclar, verás como es divertido.
Adrián, Antoñito , Pepito y la mamá de Adrián llegaron al
contenedor todos juntos, y cada uno sacó del interior del bolso de su madre
todos los objetos que había que reciclar. Así, Antoñito metió la bolsa de
plástico al contenedor amarillo.
- ¡Gracias, chicos! - Gritaba Plasticor, mientras caía al
interior.
Pepito metió a Libritina al contenedor azul.
- ¡Muchísimas gracias a todos!
Y Adrián tiró a Botellín al contenedor verde.
- Bueno, Botellín, espero que finalmente seas feliz cuando
te reciclen y te conviertas en un bonito jarrón como te gustaría.
- ¡Ójala! Pero esto solo sucederá si gente como tú está
dispuesta a colaborar y nos ayuda a llegar a la meta. Así que gracias a todos y
espero verte dentro de poco en algún mercado cuando sea por fin un bonito
florero.
- ¡Adiós, Botellín! ¡Que seas feliz!
Y tiró a Botellín al interior del contenedor verde.
José Luis Berenguer